Comentario
Capítulo XLII
Que trata de cómo sabido por el general Pedro de Valdivia las cautelas en que andaban los indios y cómo querían venir otra vez a la ciudad y de cómo salió a ellos
Conociendo el general las cautelas de los indios que no los dejaban reposar, acordó darles en que entender y tomar aquello con sus españoles por principal intento. Salió con sesenta hombres y fue a deshacerles los pucaranes o fuerzas que los indios tenían en sus provincias, porque de allí hacían el daño que podían y se acogían a ellas. Y de esta suerte andaban para este efecto cotidianamente veinticinco de a caballo, y pasados diez días o quince volvíanse a la ciudad y salían otros tantos con otros caudillos, y con esta diligencia no les dejaban reposar. Y viendo los indios que no tenían una hora de sosiego, trabajaban de alejarse.
Y sabiendo el general que los indios hacían en alguna parte alguna junta, para deshacerla trasnochaba con sus amigos, los que dicho habernos, y salía a prima noche y daba en ellos aquella noche u otra y desbaratábalos. Y tanto los perseguía que decían los indios que no era hombre mortal, porque aún no acababan de pensar la cosa cuando él ya la sabía por entero. Y para efectuar esto siempre tenían lengua y aviso de lo que los caciques acordaban y pensaban hacer. Y de esta manera supo cómo todos los caciques y naturales de la tierra se iban a la provincia de los pormocaes a una fuerza que allá tenían hecha, con propósito de no servir y con voluntad que, teniendo sus mujeres e hijos allí seguros, saldrían y vendrían a hacernos la guerra hasta la ciudad y matarnos la gente que nos servían, cuando más no pudiesen arrancarnos nuestras sementeras, teniendo ellos por muy cierto que haciéndonos esta mala obra y peor hospedaje, aborreceríamos la tierra y la dejaríamos.
Junto con esto avisaban con mensajeros secretos a los indios de la tierra que nos servían, porque más no podían por ser cercanos a la ciudad y tierra llana, que se fuesen a sus tierras de los pormocaes, porque allí decían que había anchura para sembrar y poblar y que no nos sirviesen, que ellos se la darían de muy buena voluntad, y haciendo cuenta que no teniendo quien nos sirviese, dejaríamos la tierra, y que si hasta en aquel punto no lo habíamos hecho, era la causa habernos ellos servido y hecho nuestras casas y sementeras.
Todas estas amonestaciones no bastaban porque no era en su mano de los pocos que servían, porque tenían por más seguro partido sirviendo gozar de su tierra y natural, y salvos de no ser perseguidos y muertos ellos y sus mujeres e hijos. Y con este buen suceso estaban y tenían las vidas seguras, aunque les parecía grave y muchos se convertían con gente que es amiga de novedades, y se iban a las fuerzas con los otros que les amonestaban.
Viendo los indios que en las fuerzas estaban, cómo los demás que servían no querían, y que de nosotros no se podían aprovechar por el gran recaudo que el general con su gente tenía y en todo ponía, y viendo que había todavía gente comarcana al valle de Chile y a esta ciudad que nos servía, y que con sus amonestaciones no los podían arrancar de su tierra y de nuestro servicio, tomaron otro nuevo modo de insistir y provocar a la guerra y a que fuesen nuestros adversos y mortales enemigos. Y en esto que pensaron los pormocaes hallaron en los amigos aparejo. Y avisáronles que todos los que nos servían atrajesen a otros cercanos a servirnos cautelosamente, y cuando les fuese dado aviso, que a una y en un día y punto diesen todos los unos y los otros en los cristianos. Aceptaron el aviso y estaban confederados en nuestro daño.
Como el general en esto tenía muy gran recaudo y astucia en saber los secretos de los indios, en breve supo el acuerdo y cautela que ordenada tenían, y sabido mandó secretamente a treinta peones con todas las ballestas que había y algunos arcabuces. Aquel día a puesta de sol mandó salir un caudillo con aquella gente, porque indio ninguno no supiese cosa alguna de lo que pensaban hacer. Y avisóles que caminasen toda la noche, porque venido el día se emboscasen, porque sentidos no fuesen, y mandóles caminar aquella noche a la contra de donde habían de ir, porque al tiempo que salían de la ciudad había indios amigos fingidos, y viendo que iban a otra parte no avisaban la verdad, ya que avisasen, y de esta suerte no les era descubierta.
Otro día de mañana después de haber oído misa, mandó apercebir cuarenta de a caballo. Dejando buen recaudo en la ciudad mandó que le siguiesen y fue por el camino que la gente de pie había salido. Caminó todo aquel día. Después de haber allí reposado y descansado los caballos y habían comido, habló el general a todos generalmente, que habría hasta sesenta hombres:
"Señores y hermanos, yo he sabido que toda la gente de la tierra, promocaes y los demás, se han recogido a sus fuerzas por no servirnos, sino hacernos la guerra. Han concertado que mañana estarán todos avisados y juntos para dar en nosotros. Y los que están por amigos también están a una con los demás para nos ofender, y a no remediarlo con toda diligencia, podrían salir con su ruin intención, y porque tuve por cierto acertar en esto, salí a ellos antes que ellos fuesen a nosotros, y acometer antes de ser acometidos. Junto con esto tengo aviso que cerca de aquí van algunos caciques y principales con alguna gente de esta provincia de Mapocho a los pormocaes.
"Pues, señores, a todos nos va en ello, démonos buena mana y priesa y alleguemos esta noche y mañana demos en su fuerza, y no dejemos juntar la gente que va a juntarse con ellos, porque nos conviene, pues fácilmente se puede hacer desbaratar los que van, porque sean menos los que están. Y quebrada aquélla, iremos con ayuda de nuestro Señor a quebrarles a los demás la hiel y darles a entender que no bastan sus ardides y cautelas para contra los españoles, ni tener cosa fuerte".
Respondieron todos que era muy bien acertado que prosiguiesen su jornada y que deshiciesen aquel nublado, porque deshecho estarían en paz, o a lo menos en alguna quietud.
Acabada la plática comenzaron a marchar con buena orden, y pasada medianoche alcanzaron la gente que se iba a ensotar al fuerte, y diéronse buena priesa y maña en que prendieron y mataron toda la gente que hallaron y alcanzaron. Y siguiendo aquellos tropeles de indios y desbaratándolos, allegaron a lo último y mataron algunos y prendieron a muchos. Prendiéronse ciertos caciques y principales. Sabido por el general que ya estaban cerca de las afueras y que no iba más gente adelante de la desbaratada, reposó allí algunos días.